Alma González-Lozano, Ph.D. @stratraining
El mundo del trabajo está altamente
condicionado por la evolución de la tecnología, misma que a su vez transforma
industrias y mercados. Así, se identifican cuatro revoluciones industriales que
han cambiado radicalmente la manera en que los individuos y organizaciones
trabajan y se relacionan: la primera revolución industrial tuvo lugar entre
1760 y 1830, y se caracteriza por la transición de producción artesanal a producción
con máquinas; la segunda revolución industrial ocurrió en la década de 1950 y
fue generada por la introducción de la electricidad en los procesos
productivos, lo cual facilitó la manufactura en grandes cantidades; la tercera
revolución industrial comenzó en la segunda mitad del siglo XX y su principal
característica fue el uso de tecnologías digitales en el proceso productivo; y
finalmente, la cuarta revolución industrial ha surgido en el siglo XXI y es
posible gracias a la integración de sistemas ciberfísicos que posibilitan la
total automatización de las cadenas de valor. Ante la inminente propagación de
la inteligencia artificial y la automatización del trabajo, surgen
interrogantes referentes al futuro laboral de las nuevas generaciones. ¿En qué
trabajarán los jóvenes de hoy si gran parte del trabajo del futuro podrá ser realizado
por máquinas y robots? ¿Cómo se pueden preparar los trabajadores para ese
futuro tan diferente?
Las instituciones de educación superior se
esfuerzan por adaptarse a los cambios, actualizando constantemente sus planes
de estudio e incorporando la tecnología como parte fundamental del proceso de
enseñanza-aprendizaje, facilitando la educación en línea y el aprendizaje sin
barreras espacio-temporales. No obstante, la realidad es que el proceso de
cambio es mucho más rápido que la capacidad de los sistemas educativos de
adaptarse a los nuevos contextos tecno-industriales. De hecho, expertos estiman
que para el año 2030 el 40% de los empleos en Estados Unidos estarán
automatizados, y el 65% de los niños que actualmente cursan la primaria
tendrán profesiones que aún no existen. Y los efectos en países en vías de
desarrollo serán
aún más fuertes: el Banco Mundial calcula que dos tercios de los
trabajos en países en vías de desarrollo serán totalmente automatizados, aunque
no menciona cuando exactamente. Los cambios son tan acelerados que parece que
no hay profesiones inmunes a la automatización, pues en la actualidad se desarrollan
robots capaces de realizar trabajos manuales, pero también trabajos creativos,
así como trabajos que requieren conocimientos técnicos altamente especializados.
Por tal motivo, es posible vislumbrar un mundo en el que la automatización podrá realizar
todo el trabajo humano, desde el de obreros y choferes, hasta el de artistas, músicos,
y escritores, pasando por el de maestros, abogados y cirujanos, toda vez que se
pronostica que en el año 2053 los robots reemplazarán a estos
últimos en los quirófanos.
Ante este escenario, los observadores pesimistas
conciben un futuro desalentador en el que el trabajo humano perderá su valor,
salvo notables excepciones, como las de expertos en inteligencia artificial,
robótica, genética, nanotecnología, y biotecnología. Los observadores optimistas,
sin embargo, conciben un mundo lleno de oportunidades, pues afirman que no se
trata de la eliminación del trabajo humano, sino de la transformación radical
del mismo. En efecto, si bien la futura ubicuidad de la automatización es
innegable, también es cierto que el futuro atestiguará el surgimiento de nuevos
campos de saber y actuar que requerirán profesionales con habilidades
resistentes a la automatización, principalmente habilidades emocionales y
empáticas, mentales y de pensamiento abstracto, y de comunicación interpersonal
compleja. De hecho, el Foro Económico Mundial, reconoce que uno de los mayores
retos de los trabajadores del futuro será la adquisición constante de nuevas y
mayores habilidades que no fueron aprendidas como parte de su educación formal.
En este contexto, el mundo empresarial ya está
tomando acción, implementando programas de capacitación que, apoyados en las
tecnologías educativas más innovadoras, desarrollan nuevas competencias en los
trabajadores a cualquier hora y en cualquier lugar. Y no es para menos, pues
según un estudio sobre capital humano de la
empresa consultora Deloitte, 83% de los líderes empresariales alrededor del mundo consideran que la
re-definición de carreras profesionales y la creación de nuevos modelos de
aprendizaje son una tendencia muy importante con gran impacto en el futuro de
los negocios. Pero los esfuerzos de las empresas no son suficientes, pues
corresponde a los trabajadores del presente y del futuro asumir la
responsabilidad de desarrollar las capacidades de reinventarse y reeducarse a
sí mismos a lo largo de toda su vida, de ser altamente adaptables a cualquier
contexto tecno-industrial, y de equiparse con sólidas bases mentales y
destrezas físicas que les permitan crear su propio valor como profesionales y
ser fácilmente integrables en equipos ágiles, flexibles, y multidisciplinarios
que operan desde diversos puntos geográficos a través de tecnologías digitales.
En la era de la cuarta revolución industrial muchas ocupaciones desaparecerán,
muchas serán creadas, y muchas de las actuales continuarán existiendo, pero
requerirán nuevas habilidades y destrezas que los trabajadores tendrán que
aprender y desaprender a lo largo de sus vidas.
Hasta la segunda mitad del siglo XX esto
hubiera parecido misión imposible, pues se creía que el cerebro humano era un
órgano mayoritariamente estático. Sin embargo, gracias al avance de la
neurociencia, en la actualidad conocemos la verdad: la estructura del cerebro y
las conexiones que existen entre las neuronas, llamadas sinapsis, no son fijas
ni determinadas por la genética, sino que son moldeadas constantemente por los
pensamientos y acciones. A este fenómeno se le conoce como neuroplasticidad, y
representa una gran oportunidad para que los trabajadores se regeneren a
voluntad y maximicen su potencial individual al experimentar varias facetas de aprendizaje
y desarrollo profesional. En este sentido, tradicionalmente se ha creído que las
personas nacen con ciertos talentos determinados, y que tanto el descubrimiento
de una vocación como el desarrollo de habilidades clave para el éxito laboral
ocurren únicamente durante la juventud. Sin embargo, investigaciones recientes
del profesor David Galeson, de la Universidad de Chicago, han demostrado que la
experiencia adquirida en la juventud y adultez posibilita la generación de conexiones
neuronales en la edad adulta que dan lugar a la generación de nuevas ideas y
habilidades que a su vez son generadoras de productividad profesional. Así, la
neuroplasticidad bien empleada habilita a todo ser humano para desarrollar
nuevas competencias y aprender nuevas profesiones a cualquier edad,
construyéndose y reconstruyéndose constantemente, permitiéndoles estar listos
para las transformaciones de la cuarta revolución industrial y todas las
posteriores.
A lo largo de la historia se han presentado
patrones de desarrollo tecno-industrial que transforman el escenario
socio-económico mundial, pero lo que caracteriza a la cuarta revolución
industrial es que es capaz de desplazar la mayor parte de los trabajos conocidos
hoy en día. Sin embargo, no ha sido un fenómeno repentino, pues en la
actualidad algunas de las ocupaciones de mayor demanda y rentabilidad, tales
como desarrollador de software, no existían hace menos de 50 años: son producto
de la evolución tecnológica. De igual manera, esa misma evolución generará
nuevas oportunidades laborales para los trabajadores del futuro. Estas nuevas
ocupaciones estarán más presentes en los sectores de servicios y requerirán que
los trabajadores estén inmersos en un proceso deliberado de constante
aprendizaje, desarrollo, y adaptación. Los gobiernos, los sistemas educativos,
y las empresas líderes alrededor del mundo han empezado a actuar para hacer
frente a las grandes transformaciones que se avecinan, pero la lentitud institucional
hace imperativo que los individuos emprendan acción por cuenta propia,
garantizando su propio futuro laboral al equiparse con los conocimientos, habilidades,
y actitudes que requiere el trabajo del futuro, aprovechando la plasticidad del
cerebro humano para reinventarse constantemente y generar nuevas ideas, para
así no sólo observar pasivamente cómo se desarrollan las tendencias y se
configuran los nuevos escenarios, sino para ser parte activa de esa fuerza
evolutiva que crea y transforma el mundo día a día.
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